lunes, 19 de mayo de 2014

El Nacimiento del mundo


Y en aquél jardín del edén, surgió un pensamiento, un sentimiento, un deseo que enseguida fue olvidado.

De allí, nació algo nuevo, algo nunca visto en la eternidad, algo que te daba forma, que te definía, que te permitía reconocerte, saber que eras alguien, que tenías identidad.  Era un espejo.

En ese espejo podías ver plasmados tus deseos, tus creaciones, era tan atrayente, tan poderoso, que todas tus creaciones, todos tus hijos, empezaron a hacer lo mismo que tú hacías, se miraban al espejo, contemplaban sus obras, se miraban y se sentían importantes.

El espejo tenía vida, pues tu mismo se la habías dado, tu eras su creador y tú seguías dándosela cada vez que lo mirabas y cada vez que cualquiera de tus creaciones lo miraba.

Tenía una cualidad y es que se impregnaba de la esencia de quién le miraba con lo que sucedió algo extraño, empezó a mostrar facetas que no reconocías, con lo que empezaste a pensar que todo eso que te mostraba, era algo ajeno a ti, no supiste reconocer que eras tú mismo, que eran aspectos de esa parte de tí, que ahora creías ser.

Entonces empezaste a querer cambiar lo que no te gustaba, empezaste a temer tus propias creaciones, empezaste a sufrir tus propias proyecciones y te propusiste hacer un mundo mejor y entraste en una continua guerra contra ti mismo.

Una y otra vez volvías a la batalla, morías y te levantabas de nuevo para comenzar de nuevo esa batalla perdida, cambiar una imagen, una proyección. Es como si vas al cine y te empeñas en cambiar la película, te enfadas con los actores y vives las experiencias como si fuesen reales.

Caminaste largo tiempo, te estuviste entreteniendo entre batalla y batalla, con placeres para compensar la lucha, exprimiste tus deseos, cuando algo ya no te agradaba, lo cambiabas, lo disfrazabas y te creías que era algo nuevo. Te servía para seguir con la lucha, con la batalla. Te hiciste creer a ti mismo que eso era la vida, que en eso consistía y tus creaciones daban vida a tu sueño y el sueño se daba vida a si mismo en un ciclo que no pareciera tener fin

De vez en cuando surgía un pensamiento, un recuerdo, una nostalgia de que tu no eras eso, de que había algo que se te escapaba, de que eso no tenía sentido y poco a poco dichos pensamientos, iban calando, iban penetrando e iban dejando una huella que hizo que por un instante dejases de reaccionar ante la lucha, que parases de tanta batalla, de tanto entretenimiento, que te olvidases de los deseos, de los miedos, que te sintieses rendido, cansado y que permitieses por un instante que se te mostrase que no había espejo, que nadie te estaba atacando si no tu mismo, que tu no eras lo que creías y entonces cerraste los ojos, cerraste todos los sentidos y recuperaste la visión y te sentiste de nuevo en casa de donde nunca habías salido.


Con Amor para tod@s mis herman@s, o lo que es lo mismo, para todos aquellos aspectos de mí mismo.