lunes, 27 de septiembre de 2010

Entre películas


Esto es un cuento, una historia de una muerte y resurrección, una experiencia contada a través de unos símbolos, de una época del tiempo.

Comienza con una escena de una película, “La fuente”:

Y la reina me dice:, entonces conquistador, ¿salvaras a España de las garras de la inquisición?

Me vi diciendo que sí, aunque no comprendía como, en vez de mandarme a matar al inquisidor, me mandara en una misión a tierras desconocidas en busca de un dichoso árbol de la vida.

Mi amor era tan grande por mi reina y por España. Era todo lo que conocía, mi familia, mis amigos, mis sueños. Todo estaba allí incluido.

Yo, un conquistador con ganas de combatir, de salvar la corona a base de derramar sangre, de matar en nombre de la libertad y del amor. ¿Por qué, porqué, porqué me manda a una misión en busca de un árbol de la vida cuando España entera está a punto de caer a manos de la inquisición?

Estaba seguro que podía acabar con la vida del inquisidor y no me importaba perder la vida en ese intento, ¿que es lo que no iba a hacer, por lo que más quería?, era un guerrero, dar mi vida por mi Amor era mi misión.

Acepté la misión y partí a mundos desconocidos, buscando el árbol de la vida. Seguí matando en nombre del Amor y la libertad, buscaba incesantemente arrasando todo lo que se oponía a mi paso.

Empecé a sentirme cansado, tanta sangre empezó a pesarme. Mis compañeros me decían que la lucha no solucionaba nada. Cada vez entendía menos. Respiré la última muerte que mi espada llevó a cabo, me quedé quieto por un instante, miré a mi víctima a los ojos, caí de rodillas y le pedí perdón. Me quedé quieto, quise dejarme atravesar por el dolor, respiré de nuevo.

Mis compañeros hicieron un fuego y allí nos unimos en un nuevo propósito, le entregamos al fuego todos nuestros sueños, todas nuestras ideas, todos nuestros pensamientos. Pedimos renacer de nuevo, sin los viejos patrones, sin memorias, vacíos, receptivos a una nueva idea, a una sorpresa, a lo desconocido.

De alguna manera lo entregamos todo al fuego, a ese elemento transmutador que cambia lo denso en liviano.

Bendito fuego, allí también estaba la idea de España, de mi reina, de la inquisición, del amor y de la guerra, todo, todo lo echamos al fuego.

Nos recostamos unos sobre otros y nos seguimos vaciando.

Entonces, con los ojos cerrados, apareció la otra escena de otra película “Revolver”, la escena del ascensor, la cara del protagonista cuando vence al ego, la siento, es mi propia cara, sonriéndole a la muerte y atravesándola sin verla.

Me quedé dormido con esa sonrisa en silencio y cuando desperté estaba de nuevo en casa, disfrutando de un gran desayuno digno de reyes y de toda la familia. Nos hicieron una foto desde arriba todos tirados en el suelo como si fuésemos una manada.

No recuerdo que pasó con el árbol de la vida, pero mi reina estaba reluciente, ya estaba en casa y no había rastro de la Santa inquisición.

No sé si terminé mi misión, si todavía quedaba alguna batalla que vencer, lo que sí sabía que ya no tenía espada, ni armadura.

Dedicado a mi Reina que es el Amor de mi vida, que es lo único que me permite enfrentarme a mis propios demonios, sin ella seguiría en el infierno, sin ella me abandonaría y seguiría cortando cabezas y cubriéndome de sangre. Sin ella, nada tendría sentido.

Y también a mi maestro, a mi guía, el cual me sigue hablando a través de otras formas cuando no le escucho o no le reconozco, tan imprescindible como ella.

De ella sale la energía, el valor y de el, la dirección, la confianza. No podía faltarme ninguno, sin ellos abría sido imposible regresar a casa.

En ellos dos, está incluido todo, el cielo y la tierra.

España se salvó, se respiró la paz de nuevo, el cielo nos regaló un día de suave lluvia, de silencio, del fuego del hogar, de los pájaros. La familia reunida al lado del fuego en un gran abrazo, guauu.

Gracias Padre por todos los regalos.

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