Un día un pensamiento cruzo por su conciencia "Me gustaría experimentar algo nuevo". Se olvidó muy pronto de ello, pero el universo empezó a conspirar para concederle el deseo y entre peces y corrientes fueron ascendiendo a la pequeña gota a la superficie.
De repente empezó a ver la claridad primero y luego la luz cegadora del sol, llegó a la superficie del agua, a tocar el aire, a ver pájaros y estrellas. Estaba maravillada y no había sinó comenzado su viaje.
Una mañana de verano se sintió arder, sintio que perdía su cuerpo, que se separaba del océano y se volvía ligera como el aire. Como estaba en su naturaleza no resistirse a nada, se dejó llevar, empezó a ver las tierras, las ciudades, los bosques, los animales, los hombres. Vaya expectáculo, no sabía que existía todo eso, hace nada para ella solo había oscuridad y movimiento.
Siguió ascendiendo y empezó a notar la presencia de otras gotas, al principio sin cuerpo, luego se furon densificando, de nuevo volvía a ser una gota de agua, pero ahora estaba en una nube suspendida en el cielo, viajó hasta unas montañas, allí el frió la convitió en nieve, pasó a ser un maravilloso copo de nieve y disfrutó de esa nueva forma hasta que pasado un tiempo se deshizo y se vió corriendo filtrándose por los suelos, paseando por cuevas subterráneas y volviendo a salir a la superfície. Recorrió riachuelos y prados y pasó a ser parte de un gran roble.
Volvió otra vez al aire y fue granizo, sapo, mariposa y todo lo que había visto en su viaje.
Recorrió de nuevo el rio y esta vez llego a la mar, reconoció que estaba en casa y se dejó llevar, regresó a las profundidades y recordo todo lo que había vivido desde que había salido de allí.
Dejó de sentirse gota de agua, de repente todo estaba allí, las nubes, los pájaros, las galaxias, lo pequeño y lo grande. No tenía que viajar a ningún sitio. Todo era parte de si misma. Había vuelto a casa.
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