Había una vez una tortuga, que buscaba a Dios. Estaba frustrada porque se sentía encerrada en su caparazón y porque quéría volar y correr. Quería ser libre, no tener miedo nunca de nada, ser feliz allí donde estuviese y con quien fuera, ser eterna, repartir siempre felicidad y Amor.
Había oido que ese poder estaba dentro de ella, que solo tenía que recordarlo, que todos sus sueños eran pequeños para lo que realmente era y eso la hacía sentirse extraña en el mundo que veia, cada vez encajaba menos.
Estaba confundida, sabía cual era su meta, pero la vida le mostraba distintos caminos y no sabía que hacer, le creaba un conflicto, tenía que elegir y eso no le gustaba nada.
Quería oir una voz que le guiara y por miedo a equivocarse, se quedaba sin hacer nada.
Un día estaba tán harta de si misma, que se hecho a llorar y se prometío a si misma nunca más volverse a quejar y dejar de luchar en su mente, perdió el miedo a equivocarse se dijo a si misma que el camino a la meta estaba dentro de ella y fuera donde fuera el camino iria con ella.
Se lanzó al agua y se puso a nadar y nadar y nadar ... se olvidó de quien era y recordo quien Es y desapareció.
En la playa por unos instantes, unos niños que conocian la tortuga dicen que la vieron junto a unas rocas, pero cuando fueron a tocarla, se elevó en el cielo y desapareció volando. Nadie más vió lo que ellos.
¿Quien sabe quizas solo sean fantasias de los niños?
Bellísimo!!! Realmente preciosa la manera en que explicas que para recordar nuestra identidad Divina, y re-encontrarnos con nosotros mismos debemos rendirnos al Amor y en plena confianza de saber que la Vida nos cuida.
ResponderEliminarGracias por compartirlo!!!