viernes, 15 de agosto de 2014

Cabalgando en un mosquíto

Cabalgando en un mosquito,
recorrí el mundo entero
y conocí una chica,
que viajaba en un perro.

El perro era de goma
y avanzaba en grandes saltos,
botaba y rebotaba
y en las alturas planeaba.


El mosquito con seis dedos,
caminaba por el viento
y se movía deprisa,
me llevaba bien contento.

La chica era preciosa,
sonrisa alegre y serena,
inquieta y aventurera
y sobre todo graciosa.

Nos trasladamos al polo,
a conocer  las ballenas,
a subirnos a sus lomos
y a bucear con ellas.

El mosquito surfeaba,
con un delfín de seis alas.
El perro chapoteaba
con una morsa rayada.

Y llegó el primer muchacho,
con muchas ganas de aventura
y para seguir viajando,
le buscamos una montura.

Apareció un elefante,
con alas en vez de orejas,
que tocaba con la trompa,
aquello que le pidieras.

Y nos fuimos a la selva,
para jugar con leones, con tigres y con panteras,
para nadar con cocodrilos

Y ver nacer a las hienas.

Y nació una nueva niña,
para hacernos compañía
y para llevarnos más lejos,
que eso es lo que ella quería.

Montaba en una hiena,
que era toda una algarabía.
Se propulsaba cantando
y madre como corría.

Y conocimos el mundo,
cada rincón escondido
y fuimos dejando amigos,
por cada sitio pasado.

Montañas y mares,
tierras desiertas,
ciudades llenas de gente,
nada quedó pendiente.

Y apareció un gran gusano,
con cara de actor de circo,
con botas de mil colores,
que nos invitó a subirnos.

Subimos con las monturas
y nos despedimos del mundo.
Ahora visitamos planetas,
saltamos de estrella a estrella.

Seguimos conociendo mundos,
seguimos haciendo amigos,
exploramos el universo
y seguimos, siempre unidos.

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