saltando de tiesto en tiesto.
competían por ganarse,
El Amor de una serpiente.
El jazmín se hinchaba fuerte
y expandía todo aroma,
presentía algo grande
algo muy inesperado.
El combate era a muerte,
Quién perdía se convertía en
nada.
La batalla se presentaba
dura,
la espera se hacía larga.
Comenzó saltando la rana,
brincando de rama en rama,
haciendo piruetas,
dignas de alta acrobacia.
El gato empezó maullando,
con un lamento profundo,
alto, claro.
Parecía un sonido de otro
mundo.
La rana se entusiasmaba,
el maullido la animaba,
parecía conocer,
cada rama en que saltaba.
El gato la acompañaba
y empezó a cambiar el ritmo.
Maullaba por alegrías,
con ritmo y con energía.
La serpiente muy altiva,
aprendió a dejar un ojo
quieto,
y el otro girando y saltando,
no perdía ni un minueto.
Termino en sinfonía,
llena de saltos mortales.
De los tiestos todas las
flores caían,
lluvia colorida de fragancias
miles.
Los dos oponentes se
reverenciaron
y se dispusieron para lo que
fuera,
o bien una linda esposa,
o bien una muerte certera.
La serpiente estaba
anonadada,
el ojo derecho todavía
saltaba y giraba.
Le costó más de cien minutos,
salir de ese trance y quedar
serena.
Se encontró en un gran
dilema,
si elegía una parte se
quedaba sin otra.
Lo que allí había pasado la
dejo boquiabierta,
Confundida e indecisa se
metió en el silencio.
Se acordó de Salomón y
decidió por las bravas,
o se casaba con las dos o las
dos las mataba,
y esa propuesta les hizo a
sus dos bellas damas,
que aceptaron encantadas y
formaron una triada.
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